Blanqueando la caverna
De aquello supe
en cuanto recordé que lo olvidaría.
La contradicción no solo repite,
sobre todo: distrae.
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Jab y parry:
La primera ilusión fue el otro.
Debe, por tanto, haber una cabeza que
lo niegue.
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La fe es innecesaria:
Nada que sea real
puede dar cuenta de sí mismo por sí
mismo.
El tiempo de la vida
está inmóvil. No se acerca ni se aleja.
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Otra vez:
“Soy signo de un signo
de un signo de un signo de un signo...”
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La última ilusión es el yo.
Debe, por tanto, haber más cabezas que
lo afirmen.
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Nadie vino aquí a salvarlo a usted:
¿Soñó con la muerte?
Tranquilícese:
Nunca nadie, absolutamente nadie
tiene sueños.
Está bien dudar,
pero debe uno asegurarse de sus propias
dudas.
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Mantra final:
Al llegar ahí
ya no estaba nada.